Dice Allah en Su Libro: “El hombre fue creado débil”. (4:28) El miedo es una parte natural de la condición humana, y en algunas situaciones impide que la persona traspase ciertos límites y se exponga a riesgos innecesarios que podrían poner en peligro su vida, riqueza o bienestar. Todo ser humano está sujeto a esos temores. Ese cuidado y cautela es uno de nuestros mecanismos de supervivencia más básicos, y no es algo reprobable. De hecho, parte de ello está consagrado en los maqasid as-shari’a, los propósitos detrás de la shari’a, la preservación de la vida, la salud, la riqueza, el din y la reputación u honor. Por ejemplo, el yumua es obligatorio, pero si temes que por ir al yumua puedas perder la vida, contraer una enfermedad o que empeore una que ya padeces, o que te roben, sea de camino o por dejar tu casa vacía, estás totalmente justificado en no ir, y la obligación queda rescindida hasta que desaparezca ese temor.
Luego hay miedo a nivel celular y químico, algo sobre lo cual ninguno de nosotros tiene ningún control, una respuesta inconsciente ante ciertos estímulos. No se puede evitar, es un reflejo autónomo del cuerpo humano, y también es un mecanismo de supervivencia, diseñado para desencadenar una respuesta inmediata.
Y luego está el miedo a las cosas nuevas, el miedo al cambio, el miedo a situaciones o ideas que quedan fuera de lo que ha sido hasta ese momento nuestra experiencia de la vida. El ser humano es una criatura de hábito, y su identidad es a menudo una acumulación de esos hábitos. Lo que hace habitualmente se convierte en quién es y en la visión que tiene de sí mismo, por lo que cualquier cosa que altere esto crea una respuesta de miedo profundamente arraigada. Cualquier cosa que sea ajena y diferente debe ser desconfiada. Esta forma de miedo está condicionada por la sociedad, a menudo de manera deliberada y activa, y se encuentra en la raíz de la mayoría de los prejuicios.
Y luego está el miedo al fracaso y a equivocarse. Esto afecta directamente a la cuestión de quién eres como ser humano y al camino que has elegido. ¿Puede ser que toda tu vida, o los momentos más significativos de la misma no están sustentados sobre la verdad? Este miedo del que hablamos a veces hace que sea imposible admitirlo, y hace que una persona continúe por ese camino, aunque sabe en algún nivel de su ser que ese camino es equivocado.
Todos estamos, en algún nivel, sujetos a estos temores. Todos somos seres humanos. Pero el miedo, cualquiera que sea su forma, puede combatirse y superarse. Es un proceso continuo de por vida, pero debe llevarse a cabo. Tanto es así que Allah lo menciona en diversos lugares en Su libro, en aleyas dirigidas tanto a la mejor comunidad de los musulmanes, así como al resto de nosotros. Allah dice, dirigiéndose a Musa y Harun, dos de los Mensajeros de Allah: “No temáis, Yo estaré con vosotros oyendo y viendo”. (20:46) Y dice dirigiéndose a los musulmanes en la batalla de Badr, así como a todos nosotros: “Así es con vosotros el Shaytán, os atemoriza con sus amigos. Pero, si sois creyentes, no les temáis a ellos, temedme a Mí”. (3:175)
La primera cura para este miedo paralizante es la taqwa. Eso comienza por redirigir ese miedo consciente desde los asbab, las causas inmediatas, hacia el Musabbib, Aquel que crea las causas. Debemos recordarnos constantemente de cómo funciona la existencia realmente. Nos recordamos quién trae beneficios y daños, y esto implica un cambio en nuestra comprensión de lo que es beneficioso y lo que es perjudicial, ya que esos conceptos se han deformado en la era moderna a través de doctrinas como el utilitarismo (somos unidades productivas), el hedonismo y el culto al individuo. El beneficio no está determinado por la razón humana, ni por caprichos individuales; ni siquiera está determinado por lo que nos trae una forma superficial de felicidad y satisfacción material, sino que está determinado por lo Allah ama y ha prescrito para Sus siervos.
Y dado que el din se trata tanto del grupo como del individuo, esto implica buscar y mantener la compañía de hombres y mujeres con ideas afines y colaborar en aquello que agrada a Allah y que es realmente beneficioso para nosotros y nuestro entorno. Allah dice: “Y ayudaos mutuamente en la virtud y en el temor (de Allah)” (5:2)
Otro requisito importante es la búsqueda de conocimiento, ya que la única forma de hacer lo que le agrada a Allah es saber qué es lo que le agrada a Allah. Allah dice: “En realidad sólo temen a Allah aquéllos de Sus siervos que tienen conocimiento”. (35:28) Cuando realmente sabemos lo que es importante y lo que es banal, lo que importa y lo que no importa, podemos superar esas barreras dentro de nosotros mismos y actuar. Tener taqwa de Allah nos da esa perspectiva necesaria.
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La segunda cura ante el miedo es el coraje. El valor es una cualidad extraordinaria. Porque, como mencionamos en la primera parte del jutba, existen temores instintivos y autónomos del ser humano, una forma de pánico que se apodera de las células del cuerpo, un impulso para huir. La capacidad de resistir este impulso es poco común. Los que lo consiguen son elevados por su gente, y sus historias son inmortalizadas y transmitidas en versos y canciones. El coraje es una de las tres cualidades que entre los árabes podía elevar a una persona por sí sola al nivel de nobleza, junto con la generosidad y la elocuencia.
Esta cualidad es un regalo de Allah que Él coloca en los corazones de ciertas personas, pero está al alcance de todos. La semilla de esta cualidad se encuentra dentro de cada uno de nosotros, y la clave para regarla y nutrirla radica en la absoluta confianza en Allah. No solo creyendo, sino sabiendo a nivel instintivo y celular, que Él te salvaguardará y protegerá. Allah dice: “Allah es Suficiente Aliado y Suficiente Defensor”. (4:45)
La primera comunidad no fue única por su composición genética ni por su destreza física. No eran intrínsecamente más valientes que sus contemporáneos, entonces, ¿qué les otorgaba el extraordinario coraje que mostraron en el curso de sus vidas? Era su confianza inquebrantable en Allah, su conocimiento de que, siempre que hicieran lo que Él les ordenaba, los apoyaría y les daría todo lo que necesitaban para cumplir su cometido. Dice Allah: “¡Vosotros que creéis! Si ayudáis a Allah, Él os ayudará a vosotros y dará firmeza a vuestros pies”. (47:7)
Fue este coraje basado en la confianza de Allah lo que permitió a un pequeño grupo de hombres vencer a los dos imperios más grandes de la época en menos de una sola generación, a menudo derrotando a ejércitos diez veces más numerosos.
Cuanto más fuerte es la confianza en Allah, más altos son los niveles de coraje que muestra el hombre. Fijaos en el Mensajero de Allah, que tenía una confianza completa y absoluta en Allah. Cada célula de su cuerpo estaba constantemente ocupada en Su recuerdo. Y como resultado, él era el más valiente de los hombres. Era tan valiente que los musulmanes solían refugiarse tras él cuando la lucha se volvía más feroz. Como en la batalla de Hunayn, cuando algunos de los Compañeros se retiraron, dejando al Profeta solo y rodeado, él no titubeó ni se retiró, sino que continuó luchando y diciendo: “Soy el Profeta y eso no es mentira. Soy hijo de Abdal-Muttalib”, atrayendo al enemigo hacia él, hasta que los Compañeros volvieron a él y Allah les dio la victoria. Cuando los musulmanes estaban acosados y empobrecidos y su propia vida corría peligro en Meca, nunca dejó de decir la verdad ni dejó de llamar a Allah.
Le pedimos a Allah que ponga valor en nuestros corazones, y nos libere de la preocupación, el miedo, la cobardía y la cohibición. Le pedimos a Allah que una nuestros corazones y aumento nuestro anhelo por Él y nuestra confianza en Él.