Shahadatain

Musulmanes, hablamos la semana pasada del din de islam como una forma de vivir que abarca tanto lo interno como lo externo, la creencia y las prácticas, privadas y públicas. Además, en una época en la que prevalece lo externo y parece querer reducir el islam, tanto para muchos de los propios musulmanes como para los demás, en una serie de símbolos externos (como son la barba, el hiyab, el zawb o túnica, etc.), o busca convertirlo en otra ideología, un -ismo, vale la pena recordarnos a nosotros mismos y los unos a los otros qué significa ser musulmán. El Mensajero de Allah definió el islam en el famoso hadiz en el que el ángel Yibril le pregunta y le dice los cinco pilares. El primero de ellos es realmente la clave y el fundamento del resto, las shahadatain: el testimonio de que no hay más dios que Allah y que Muhammad es el Mensajero de Allah: ashhadu an la ilaha illa-allah wa ashhadu anna Muhammadan rasulullah.

Estas son las palabras del tawhid, con las que atestiguamos que no adoramos más que a Allah ni pedimos ayuda más que Allah, Él es Creador de todas las cosas, tiene poder sobre todos los mundos, nada nos daña ni nos beneficia sin Su permiso y a Él hemos de volver. Esta simple frase abarca todo lo que somos, define nuestro ser y nuestra existencia. Es nuestra identidad y creencia, y mediante ella entendemos la creación y nos asentamos en una base segura en harmonía con aquello para lo que hemos sido creados, lo cual es muy importante en una sociedad en la que impera el pensamiento basado en el dogma del materialismo científico.

Todo esto está contenido en estas breves palabras. Dan validez a las buenas acciones, y posibilitan el resultado positivo de nuestras iniciativas, porque abren la puerta a la aceptación, al beneficio y la recompensa, la baraka y zawab, que se encuentran en todas las buenas acciones.

“No hay más dios que Allah y Muhammad es el Mensajero de Allah”. Estas simples palabras nos separan de los que no creen, de los ashqiya, y nos colocan entre las filas de la su’ada, los afortunados. La ilaha illa-llah nos separa de los ateos e idólatras, y Muhammad rasulu-llah nos separa de los judíos y cristianos. Esta simple frase nos otorga acceso a la comunidad más grande que se haya colocado en este planeta, la umma del Mensajero de Allah, y nos une en hermandad con todos los demás musulmanes en todo el mundo.

Esta simple frase es el primer pilar del último Din de Allah aceptado, en torno a la cual gira todo, y sin ella no es posible ningún acto de adoración y ningún ser humano puede cumplir el propósito para el que fue creado. Allah dice: “No he creado a los hombres y a los genios, excepto para que me adoren”.

Cuando el ser humano pronuncia la shahadatain con convicción y creencia por primera vez, su libro y sus cuentas, quedan completamente limpios, todas las acciones incorrectas que haya podido hacer antes de ese momento son borradas como si nunca hubieran ocurrido, sin importar su número o gravedad. Antes de pronunciar estas palabras, Umar ibn al-Jattab fue uno de los Quraysh más abiertamente opuestos al Mensajero de Allah e incluso decidió matarle, y Jalid Ibn al-Walid fue el general que había infligido la derrota a los musulmanes en Uhud. Ambos se convirtieron en dos de las figuras más importantes de la historia islámica: al-Faruq y Sayfullah, el califa que presidió las derrotas de los dos grandes imperios de la época y llevó el islam a la mayor parte del mundo conocido, y el general que dirigió sus ejércitos, nombrados para esas posiciones por el Mensajero de Allah y sus sucesores.

La shahada es más que solo palabras pronunciadas por la lengua: es un contrato y un compromiso, un contrato con nuestro Señor de obedecerle a Él y a Su Mensajero en todo lo que Él nos ha ordenado. Cuando se le dijo a al-Hasan al-Basri que la gente decía: «Quien diga que la ilaha illa-llah entrará al Jardín», dijo: «Quienquiera que diga la ilaha illa-llah y cumpla con sus deberes y obligaciones, entrará al Jardín.» Estas obligaciones a las que se refiere son la fara’id del din, el resto de pilares: la oración, el zakat, ayunar Ramadán y el Hayy. Al tomar la shahada, haces un juramento. Te comprometes a aprender y poner en práctica los aspectos elementales del islam.

La declaración de las shahadatain ante los testigos es todo lo que se requiere para hacerse musulmán, pero para ser mu’min, creyente, esto debe ir acompañado de afirmación en el corazón. Debemos entender lo que las shahadatain significan y creer de todo corazón en todo lo que implican. Porque las shahadatain abarcan todos los elementos de la creencia: la ilaha illa-llah abarca todos los atributos divinos con los que se describe nuestro Señor: su existencia que es pre-eterna y continúa para siempre; Su independencia absoluta; Su ser desconectado de todo en el tiempo y en el espacio; la Unidad de Su Esencia, Atributos y Acciones; y el tener vida, poder, conocimiento, voluntad, oído, vista y habla. Mientras que Muhammad rasulu-llaah abarca la creencia en todos los detalles del Mensaje, el Corán que es la Palabra de Allah, los libros que lo precedieron, los ángeles, el último día y el próximo mundo, el decreto y, por supuesto, los mensajeros. Ibn Ashir dice al final de su capítulo sobre la ‘aquida:

“Las palabras ‘no hay más dios que Allah y Muhammed es Su mensajero’, abarcan todos estos significados, y por eso son el signo/señal del iman”.

Es una misericordia y bendición de Allah el hecho de que esta frase sea tan completa en su significado, ya que en ella está compactado toda la creencia, la ‘aquida, del musulmán, y al decirla afirmamos su significado implícito. Por eso dijo el Profeta:

“Cualquier persona cuyas últimas palabras sean la ilaha illallah, entrará al Jardín». Y él dijo también, “Quien muera sabiendo que no hay más dios que Allah, entrará en el jardín», indicando que también es el caso de aquellos que no pueden hablar en sus últimos momentos.

La segunda parte de la shahada es Muhammad Rasulullah – Muhammad es el Mensajero de Allah. La shahada, y por lo tanto el din, está incompleta sin ella. Él es a quien Allah nos envió para mostrarnos cómo llevar a cabo nuestras vidas y cómo adorarle. Es solo a través de él que tenemos acceso a la Palabra de Allah y es solo a través de él que podemos obtener conocimiento de nuestro Señor, como está ampliamente demostrado en surat al-Ijlas cuando Allah dice: “Di: Él es Allah, Uno.” Allah no solo dice Allahu ahad, sino que lo antepone con la palabra «qul», «di», dirigida al Mensajero de Allah. Por lo tanto, esto, la máxima expresión del tawhid, solo se puede acceder a través del Mensajero de Allah, a través de lo que él nos dice y de lo que él nos muestra. Él es la única puerta de acceso a ese conocimiento, y solo siguiendo su enseñanza y su ejemplo, podemos esperar complacer a nuestro Señor.

Allah dice, dirigiéndose a Su Mensajero: “Di: si amáis a Allah, seguidme, que Allah os amará y perdonará vuestras faltas. Allah es Perdonador y Compasivo”.

Y esta orden de seguir al Mensajero de Allah es lo que hace del Islam un din, una forma de vida integral, ya que el Profeta llevó una vida plena, participando en el matrimonio, el comercio, el gobierno y yihad, así como actos adoración. Por lo tanto, al afirmar que Muhammad es el Mensajero de Allah, entramos en un contrato de seguir su sunna en todos los aspectos de nuestras vidas.

Pedimos a Allah nos iman firme y en incremento, y nos permita seguir la sunna de Su mensajero fielmente.

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La importancia principal de la shahadatain reside principalmente en lo que significan y lo que representan, así como en el hecho de que son el primer pilar del din mediante el cual el resto del din se abre y se hace accesible, y el resto de la vida y los actos de uno son aceptados, pero su beneficio y su valor no acaban ahí. Las palabras en sí tienen una resonancia y un peso en toda creación. Ibn al-Qayyim dijo de ellas,

“Son las palabras por las cuales se establecieron los cielos y la tierra, y por las cuales se crearon todas las criaturas. Son las palabras por las cuales Allah envió Sus Mensajeros, reveló Sus Libros y estableció Sus Leyes. Son las palabras por las cuales se establecieron las balanzas y libros”.

Su sola pronunciación con presencia y convicción pesa más en la balanza que el resto de la creación. El Mensajero de Allah informó que Allah le dijo a Musa, «Si los siete cielos fueran colocados en un lado de una balanza y la ilaha illa Allah en el otro, La ilaha illa Allah pesaría más». Y también dijo: “Un hombre será conducido a la balanza y se presentarán 99 pergaminos que contienen sus faltas y malas acciones, cada uno de ellos extendiéndose hasta donde alcanza la vista, y se colocarán de un lado de la balanza. Luego, una pequeña tira de papel del tamaño de una yema del dedo se presentará, con la ilaha illa Allah escrita en ella, y se colocará en el otro lado de la balanza. Y esa pequeña tira de papel superará todas sus faltas y malas acciones”.

Este es el resultado de decir la shahada una vez, ¿cuál será entonces la recompensa de aquellos que la repiten constantemente? Tendrán un tesoro inmenso e inconmensurable como lo indica Ibn ‘Ashir, el famoso erudito Maliki y autor de al-Murshid al-Muin, cuando dice, refiriéndose a la shahada:

“Es la mejor forma de dhikr, así que ocupa con ello tu vida y obtendrás el tesoro”.

Y dijo el Mensajero: “Lo mejor que he dicho yo y que han dicho los mensajeros antes de mí es ‘La ilaha illa Allah, Único sin asociado’.”

Aquellos que pronuncian la shahada con frecuencia se convierten en su gente y entran en su fortaleza. Sus caras se iluminarán en el Día del Levantamiento. Así pues pronunciad constantemente La ilaaha illa-llaah Muhammadun rasuulu-llaah. Y nunca olvides su significado y lo que implica. Si pronunciamos estas palabras con verdadera sinceridad, inevitablemente formarán parte de nosotros y actuaremos en concordancia. Haremos lo que Allah y Su Mensajero ordenan en cada aspecto de nuestra vida y evitaremos lo que prohíben.

Le pedimos a Allah que nos haga de esa gente y nos rodee de esa gente. Pedimos a Allah que nos de certeza y el conocimiento para atraer a la gente a la puerta del islam. Y le pedimos que haga de la shahada las últimas palabras que pasen por todos y cada uno de nuestros labios y nos dé a nosotros y a cada uno de sus esclavos creyentes el mejor de los sellos.

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