Hayy Sulaiman Lago
Bismillah ir-Rahman ir-Rahim
¡As-salamu aleikum a todos!
Gracias por venir. Antes que nada, y aunque suene innecesario y obvio, me gustaría comentar que siendo la obra de Shayj Abdul Qadir un inmenso océano en extensión y profundidad, estos apuntes no pretenden ser más que un acercamiento, una breve inmersión en sus inabarcables aguas que hoy quiero compartir con todos ustedes. Soy consciente de que las palabras que voy a pronunciar aquí van a estar marcadas, lógicamente, por mi experiencia personal y por una determinada forma de asimilar las cosas y, por ello, me gustaría pedir disculpas a todos los presentes por los posibles errores o malentendidos que haya podido cometer al preparar esta conferencia. Porque no estoy aquí por poseer un gran conocimiento sobre la vida y obra de Shayj Abdul Qadir, ni siquiera por haber podido poner en práctica en mí mismo la mayoría de las indicaciones que aparecen reflejadas en sus enseñanzas. Esta conferencia es pues también una oportunidad para mí. La oportunidad de encontrar una vía abierta todavía, para construirme un poco más como hombre y como musulmán, y poder afrontar la última etapa de mi vida tratando de ser digno de poner en práctica en la medida de mis posibilidades el Conocimiento que nos ha legado nuestro Shayj, manteniendo mi compromiso de ser siempre un hombre de servicio para poder seguir formando parte de las filas, aunque sea en las del fondo, de la gente de éxito.
Se preguntarán ustedes entonces como me he atrevido hoy a subirme al estrado (yo también me lo pregunto). Pues la respuesta es que la génesis de esta conferencia viene de lejos, creo que se ha ido gestando en los últimos cinco años en los que aquí, en nuestra comunidad de Granada, en distintas etapas, Y con mayor o menor asiduidad, se han llevado a cabo por parte de pequeños grupos de hombres lecturas-estudio de algunos de los libros de Shayj Abdul Qadir – Ian Dallas. En esas sesiones de lecturas en común, he podido comprobar, una y otra vez, que para estudiar en profundidad y poder asimilar las enseñanzas contenidas en los libros de nuestro Maestro, se necesitan, además de ciertas nociones de historia, cultura clásica greco-romana, y de literatura y arte en general, haber estudiado o leído alguna vez, aunque fuera superficialmente, alguna de las referencias a las que el Shayj alude en sus obras, pues el estudio de esas referencias nos permite adivinar, seguir las huellas, más o menos nítidas, que se pueden distinguir en sus escritos y en su formación, esos extraordinarios y tan distintos senderos por los que el Maestro transitó durante su larga e incansable vida de búsqueda, y que le hicieron acumular valiosos tesoros de conocimiento adquiridos en los lugares más insospechados.
El amplio legado de trabajos que nos ha dejado, tanto artículos breves, como conferencias, entrevistas, discursos, ensayos, novelas, obras de teatro, y grabaciones. Firmando algunos de ellos como Ian Dallas, y otros como Shayj Abdelqader As Sufi, tienen todos un denominador común, una misma pauta, una unidad, como la unidad interna que tienen las mejores obras de arte.
Una breve aclaración se hace aquí necesaria, sobre el uso de los nombres Shayj Abdul Qadir e Ian Dallas en sus escritos y el distinto tratamiento que, a veces, se les ha dado. Tengo que reconocer que, en mi caso, me es imposible separar sus obras por el nombre con que van firmadas. Y esto me hace traer aquí a colación algo que en los últimos años ha generado ciertas dudas en algunas personas, pero que, en la mayoría de nosotros siempre ha estado claro y evidente, y es, la completa imposibilidad de separar lo espiritual de lo político en su obra. De quedarse con una parte de su enseñanza y dejar a un lado la otra. Algo que como sabemos, por la propia naturaleza del proceso de transmisión del conocimiento, es verdaderamente imposible. Como buena muestra de ello, aunque todos sus escritos están llenos de ejemplos similares, exponemos aquí estos dos fragmentos, uno de un libro de tassawuf, firmado lógicamente con el nombre de Shayj Abdelqader As Sufi, y el otro extraído de una obra calificada como política o histórica, firmada como Ian Dallas.
Así tenemos que en el Prefacio de El libro del Tawhid, en su primera página, antes de dar comienzo el primer ders, encontramos esta declaración contundente:
“Debido a este interregno que pronto, inshallah, llegará a su fin y que marca el periodo en que fue interrumpida la forma de gobierno islámica, –es decir, la que existió en los Dawlets Mogol y Osmanli– nosotros, la Comunidad Musulmana Mundial, estamos experimentando el Islam sin su dimensión, absolutamente necesaria, del ordenamiento político. Uno de los resultados curiosos y lamentables de esta situación, es que hemos empezado a tomar a nuestros Imams como si fueran dirigentes, convirtiéndolos en clase sacerdotal y permitiéndoles gobernarnos como si fuésemos una población de esclavos que, al no tener poder sobre la guerra o la riqueza, tolera que se les ordene en los asuntos privados relacionados con los nacimientos, los matrimonios y las defunciones. En este sentido, nuestra población musulmana ha tomado la forma de una religión totalmente diferente: el Shi’ismo. Prueba de lo dicho, es que hemos permitido que los kuffar nos definan como perteneciendo al “Islam Sunnita”, pareciendo que así aceptamos su definición de que la religión islámica ha sido históricamente dividida en dos sectas. Lo cierto es que solo puede existir un Din al-Haqq con la Autorización Divina para llamarse Islam”.
En el polo opuesto, tenemos en el libro El interín es mío, considerado como parte de su “obra política”, un texto que versa especialmente sobre algunos pasajes de la historia de Inglaterra, pero en la que, de súbito, en el segundo capítulo titulado Lo que dijo Saladino, que incluye varios ayats de Corán, encontramos esta declaración en clave de llave espiritual en medio de un texto en el que transitábamos rodeados de aparente erudición histórico-política:
“Abu’d-Darda dijo: “Los Profetas son las estacas que mantienen a la tierra fija en su lugar. Cuando terminó la Profecía, Allah sustituyo a los profetas por algunos miembros de la Comunidad de Muhammad, a quien Allah bendiga y conceda paz, llamados Abdal. No son superiores a los demás por su mucho ayuno u oración, sino por su buen carácter, escrupulosidad verdadera, buenas intenciones, corazón sano y buen consejo para todos los musulmanes, y por buscar el beneplácito de Allah con la perseverancia, la templanza, la inteligencia y una humildad en la que no hay humillación. Son los califas de los Profetas, la gente que Allah ha elegido y seleccionado para Si mismo con Su conocimiento. Son cuarenta hombres veraces. Treinta de ellos tienen una certeza similar a la de Ibrahim, el Amigo del Compasivo. Allah los utiliza para alejar de las gentes de la tierra las cosas que les disgustan y las innovaciones que otros han introducido. Gracias a ellos la gente disfruta de la lluvia y de la provisión. Ninguno muere sin que Allah ponga a otro en su lugar”.
Sufyan az-Zawri dijo: “Son los medios con los que se establece el Din”.
Como vemos, nadie podría separar en dos partes la enseñanza de Shayj Abdul Qadir, pretendiendo encarnar una de ellas.
Bueno, ahora vamos a regresar rápidamente, a la importancia que el estudio de los personajes históricos, autores, músicos, hombres de ciencia, y de las obras auxiliares que el Shayj ha citado constantemente a lo largo de su profusa tarea de escritor, le pueden llegar a aportar a todo aquel que se adentre en esos otros paisajes.
Tengo que explicar aquí brevemente lo que me ocurrió a mí que para que tuviese la imperiosa necesidad de buscar esperanzado en encontrar guía en todo aquello que Shayj Abdul Qadir citaba, aunque fuera brevemente en sus escritos. Y es que, durante mi estancia en México a lo largo de diez años, habiendo pasado los cinco primeros sin poder acudir a los Moussem anuales que el Shayj celebraba, como había hecho siempre cuando aún vivía en mi tierra, Galicia, tomé la determinación ante la falta de encuentros presenciales, de dedicarme a estudiar, todo libro o artículo, todo autor, obra, película, compositor o composición musical que él mencionaba en alguna de sus obras.
Precisamente, hace unas semanas hablando con emir Hisham sobre el reordenamiento de la biblioteca que tenemos en nuestra Fundación, llegamos a comentar la importancia capital que tendría poder poner al alcance de la gente todo ese material, para su estudio, y para que la biblioteca fuera, al igual que esta mezquita ya lo es, la materialización física de un aspecto de la enseñanza, intención y anhelo de nuestro amado shayj.
Esto nos recuerda que ese trabajo no está aún hecho, y que sería importante poderlo realizar para facilitar la labor a todo aquel que desee adentrarse en ello… teniendo muy presente, claro está, que no todo lo que reluce es oro, y que Shayj Abdul Qadir podía transitar por cualquier sendero extrayendo el néctar que pudiera haber en él sin que ningún detritus indeseable se adhiriera a sus vestiduras, y nosotros no somos así. Por ello hay que zambullirse, mirando siempre de reojo, la profundidad o ligereza con la que él se tomó ese autor o esa obra y lo que esencialmente destiló de ello.
El hecho de que no exista una especie de listado bibliográfico, recopilado expresamente, de los personajes y obras artísticas de toda índole mencionados en alguna ocasión por nuestro Shayj, tiene una muy pequeña excepción, que yo sepa, ya que, en El escudo de Aquiles, aparece consignada al final del libro una bibliografía muy escueta mencionando solamente dos libros y una película. Y lo traigo a colación aquí para poner de relieve, a través de este minúsculo ejemplo, cómo complementa el revisitar esta bibliografía la comprensión de la obra en cuestión.
Dejando a un lado la Ilíada de Homero, de la que se podría dar una conferencia completa y que, más o menos todos conocemos y entendemos que, en este caso, es el paisaje escénico en el que El escudo de Aquiles tenía necesariamente que enmarcarse.
La otra obra literaria que tenemos en la bibliografía es el drama de Cocteau “La Máquina Infernal”. Veamos lo que dice Shayj Abdul Qadir acerca de ello:
“Sófocles, en la mayor de sus obras “Edipo”, representa el punto de equilibrio absoluto entre el destino y la libertad, el cual, considero, no puede ser resuelto, ya que Sófocles no lo resolvió. El momento final es cuando la trampa salta, lo que Cocteau llamó brillantemente “la máquina infernal”, cuando hace afirmar a Edipo que una máquina ha sido construida, una trampa ha sido preparada, y vamos a verla saltar. Edipo, que se veía a sí mismo como alguien completamente libre, descubre horrorizado –no por su deseo inconsciente, si no por los eventos, eventos inmutables- que ha matado a su padre y se ha casado con su madre, y por lo tanto declara, “Apolo hizo esto”, es decir, el dios lo hizo, y continua, “él me tendió una trampa, me metió en ella, y la activó.” Tras esto se arranca los ojos, y al salir ciego frente al pueblo dice, “Apolo hizo todo eso, pero esto lo he hecho yo mismo.” Y esta es la nueva definición del hombre, suspendido entre una esclavitud absoluta, y una libertad absoluta, con resultados devastadores. Así, en el final de la visión sofoclea, en su vejez Edipo llega a ser un santo y el guardián del estado de Atenas.”
Si nos entregamos a la lectura de la versión teatral en cuestión, encontramos mucho más de lo que podíamos imaginar en un principio:
Ya en el prólogo, Cocteau nos dice: “Igual que se lanzará después el joven Sigfrido, Edipo se apresura. La curiosidad y la ambición le devoran. Se celebra la entrevista (con la Esfinge). ¿De qué naturaleza es ese encuentro? Misterio. Lo cierto es que el joven Edipo entra en Tebas como vencedor y se casa con la reina. He ahí el incesto.”
Y también “Contempla, espectador, cómo, con toda la cuerda dada, lentamente, a lo largo de una vida humana, se desarrolla el resorte de una de las máquinas más perfectas construida por los dioses infernales para el aniquilamiento matemático de un mortal.”
A mi entender, la verdadera clave de la obra está precisamente en el momento en que Cocteau se aleja del modelo clásico para introducir su propia visión contemporánea del drama. Pues en el capítulo de la entrevista de Edipo con la esfinge descubrimos que ésta, como mujer que es, está dispuesta a amar al héroe y dejar de lado su fatídico papel de esfinge aniquiladora…pero Edipo, ni siquiera puede ver esto, cegado por el papel heroico que considera su destino, acaba abandonando el lugar para ir raudo a encontrarse con el drama familiar que le espera. La esfinge ha querido salvarle, pero él sólo estaba interesado en su cadáver que volverá a recoger más tarde para mostrarlo como trofeo ante el pueblo.
La Esfinge exclama: “¡El imbécil! ¡Entonces, no ha comprendido nada!
No deja de ser interesante también mencionar aquí la comparación que hizo Cocteau al principio de la obra entre Edipo y Sigfrido. Recordemos que Brunhilda entregada también al amor total por el héroe liberador, es dejada atrás por éste en su impulso imparable, y acaba convirtiéndose en una especie de Esfinge al facilitar la muerte de Sigfrido a manos de Hagen, aunque al final, Wagner, lleva el drama hasta un desenlace esperanzador al ser Brunhilda el personaje que le abre la puerta a una nueva era. Pero este tema daría también, no para una, sino para varias conferencias, por lo que aquí lo abandonamos.
Como dato curioso, hay que decir que, Shayj Abdul Qadir pronuncia la conferencia de la que emana El escudo de Aquiles en 1989, y utiliza como inspiración esta obra de Cocteau escrita en 1932, siendo este genio francés, el primer autor del siglo XX que utiliza el Edipo de Sófocles para situarlo en el mundo contemporáneo, dándole su propia interpretación. Tres años después, en 1992, Shayj Abdul Qadir publica Edipo y Dionisio, yendo más allá en la reinterpretación de la obra, pues aunque Cocteau ya apuntaba en su drama la posibilidad de que la mujer se convirtiera en pareja colaboradora y no actuara como esfinge, será nuestro Shayj quien mostrará la puerta de salida del drama familiar y la partida de Edipo y su mujer Astimedusa, dejando atrás el entramado estatal que mostrará un falso Edipo que será sacrificado ante el pueblo para el perdón de todas las culpas…
Asimismo, El escudo de Aquiles, contiene, a mi modo de ver, una cita reveladora que ya anunciaba la necesidad de ese descubrimiento liberador y que fijaba toda nuestra atención en el drama familiar y en la necesidad básica a cumplir antes de iniciar toda acción regeneradora:
“Pero nada de esto puede ocurrir sin antes romper la puerta de la Bastilla, la toma de la Bastilla de la familia burguesa. Este es el preludio necesario para la destrucción del estado mundial. El estado mundial, que es un fenómeno judío es su inspiración, en su simbolismo y en su semiótica, y se puede demostrar, que está empoderado por este sistema de familia. Justo cuando rompían las puertas de la Bastilla, las masas de París rompieron este símbolo de tiranía, y lo encontraron vacío, y entre los pocos prisioneros estaba encogido en una esquina el sádico Marqués de Sade. Por lo que, al tirar abajo la puerta familiar, se encontrará al tiránico, infantil, y rastrero padre.”
Para concluir este ejemplo sobre la importancia de complementar el estudio de las obras de Shayj Abdul Qadir con algunos de los elementos externos de los que se nutre, y que hemos escogido por la facilidad que suponía basarnos tan sólo en dos obras, nos acercamos ahora al otro elemento en cuestión, que es una película del año 1984 “Greystoke. La leyenda de Tarzán. El rey de los monos” del director Hugh Hudson.
Shayj Abdul Qadir nos dice: “La cuestión clave puede ser comprendida en el modelo de Tarzán. Me estoy refiriendo a la leyenda original, o si lo prefieren a la película “Greystoke”, que plasma la versión correcta de la historia, ya que contiene la cuestión que debemos plantearnos. Les recordaré la historia del modo que les recordé la Ilíada, porque sé que la conocen muy bien. El hijo de un Lord escocés es criado en la jungla por unos monos, devuelto a la Inglaterra victoriana, educado a la manera de un caballero inglés -o mejor aún, escocés- y cuando ve cómo viven y qué hacen, dice, “No, yo me vuelvo a la jungla”, lo que nos hace desear preguntarnos: “¿Es que sólo es posible la reversión?” ¿Significa esto que no puede uno librarse de lo que le ocurrió en los primeros diez años de su vida?”
Vista la película, es revelador que el protagonista, después de tratar de integrarse en la que es su familia biológica y fracasar en el intento al no haber tenido una educación estructural pues ha sido criado, casi como un huérfano (de padres humanos) por los monos y crecido en la más absoluta espontaneidad, acabe, antes de regresar a la selva nuevamente, en medio de la enorme extensión de la posesión familiar y frente a la gran casa solariega de sus antepasados exclamando una y otra vez dos palabras: ¡padre! ¡Familia! Está desesperado y lleno de dolor por no poderse integrar en su familia, o más bien porque ésta ya no existe, pero lo más importante que aparece aquí es que su humanidad, que es toda fitra, le ayuda a discernir, y a no caer en la trampa destructiva que el destino le deparaba. El enorme amor que sentía por su abuelo que es escenificado en una secuencia en la que ambos permanecen subidos a un muro desde el que se ve toda la propiedad familiar y el abuelo, con palabras llenas de amor, le hace responsable de mantener integras las posesiones familiares como último vástago, que será lord, y que lo va a heredar todo, lo que le auguraba una vida cuyo fin principal sería mantener el legado de su familia. En este previsible futuro también figuraba la joven Jane, la protegida americana de su abuelo, que le había manifestado ya su amor y que esperaba que asumiera su papel de nuevo representante del título nobiliario. Sin embargo, él, contra todo pronóstico, toma la decisión de dejarlo todo atrás y regresar a su lejano hogar primitivo. En este viaje será acompañado por su antiguo mentor y por Jane que, según afirma en la última escena el mencionado mentor, aunque ella en ese momento volverá a Inglaterra, algún día se reunirá de nuevo con Tarzán para compartir su vida con él lejos de la civilización.
Como podemos ver donde quiera que nos sitúe la obra de Shayj Abdul Qadir, encontraremos siempre una extraordinaria conexión de todos los elementos que la acompañan, descubriendo un revelador patrón unitario.
Cómo no podía ser de otro modo, el estudio de las obras del Shayj no puede abordarse sin ser fulminados en nuestro interior por aquello que hayamos podido asimilar de éstas. Y esto debe tener siempre consecuencias en todos los planos, el externo, el interno y el oculto. Uno de los temas que, como una constante, aparece en sus escritos es la trampa del drama familiar y la necesidad de desmontarla de uno u otro modo.
Durante todos los años en los que se fueron conformando nuestras comunidades en las diversas partes del mundo alrededor de su persona y de su enseñanza. El proceso fue siempre el mismo, el Shayj atrajo a hombres y mujeres que querían dejar atrás el entorno familiar del que procedían y tener la posibilidad de transformación que el din y el tassawuf les ofrecían, luego estos primeros integrantes conformaron sus propias familias y, después el shayj fue extrayendo de estas familias a aquellos elementos que él consideró que tenían más posibilidades de progresión y/o utilidad para los demás. Actualmente, Shayj Abdul Qadir desafortunadamente ya no está con nosotros, y las familias siguen creciendo, algunas de ellas van ya por la tercera generación y pronto entrarán en la cuarta. Estas familias, inevitablemente, imprimen su carácter particular en mayor o menor grado a todos sus miembros. Y, sin la instrucción directa de Shayj Abdul Qadir podemos llegar a olvidar ese acto que todo lo puede, que borra cualquier defecto, que diluye, como el dikra y el ayuno la silueta del nafs, y que los primeros fuqara tuvieron desde sus inicios como base de su formación y de su acción: EL SERVICIO. Y podríamos preguntarnos: ¿Y este servir qué sentido tiene hoy en día que el Shayj ya no está? Lo que empezó siendo servicio a su persona y al pequeño núcleo de fuqara que le rodeaba, después quedó establecido por su férrea indicación al dejarnos conformados en comunidades bajo una autoridad, la de un emir. Y esto, además de ser una protección en todos los sentidos, tiene una importancia que hoy se nos revela imprescindible, estas comunidades que tenemos establecidas por el mundo son los campos donde podemos volcar toda nuestra voluntad y acción de servicio, para poder llamar a la gente de fuera a algo real.
No importa lo que ahora seamos individualmente, podemos ser Brunhildas o Sigfridos, Esfinges, o incluso un marqués de Sade neutralizado, tener una familia, o vivir solos al haberse ésta desintegrado, el servicio a la comunidad lo pulverizará todo y forjará para nosotros una nueva vía de transformación. Si olvidamos esto, de poco nos servirán ni las conferencias, ni los dikras, ni todos los Moussem que hagamos.
Y esto nos lleva ya al desenlace de esta conferencia, dando un giro al aquí y ahora donde estamos situados y, ya que estos días tienen el tema de Medina como eje, y de ello va a tratar la próxima conferencia, vamos a tratar de poner todo esto en ese contexto ahora, para poder ver con algo más de nitidez la situación de nuestras comunidades en el mundo, dentro de la umma, como musulmanes cuyo signo de identidad distintivo es nuestra adhesión y reivindicación constante del modelo de Medina.
No, os preocupéis, no voy a hablar aquí ahora de Medina, ni del modelo de Medina, que para eso tenemos a sidi Abdelghani que es el hombre, sin duda, para hablar sobre ello. Nosotros aquí hoy vamos tan sólo a echar una rápida mirada, casi de reojo, a lo que ocurrió allí con las tribus, con los clanes, con las familias, en definitiva. Todos sabemos, por los textos de la época y por todos los años que llevamos tratando de conocer en profundidad el Amal de Medina, que allí ocurrió la gran revolución de la humanidad. Y esta verdadera Revolución, fue, entre otras muchas cosas, la entrega incondicional que llevó a los Ansar a dar lo más preciado que tenían a los que llegaban sin nada. Evidentemente, todo este fenómeno emanó por Allah a través del Profeta, sallalahu aleihi wa salem, de un amor apasionado que se fue despertando primero en algunos hombres y mujeres de los Quraish y luego, lentamente, en “lo mejor de cada casa”, alcanzando a miembros de todas las familias, clanes y tribus de Arabia. Y ahí está el elemento que nos interesa hoy aquí, este suceso de incalculable valor para la humanidad válido hasta el final de los tiempos, que no hubiera ocurrido si Allah no hubiese decretado que estos hombres y mujeres pudieran dejar a un lado el férreo carácter y destino que les imponían sus respectivas familias. Ese desbordante amor por el Profeta, sallalahu aleihi wa salem, los llevó a conformar la mejor Comunidad de la tierra. Comunidad en la que el servicio y el amor por los otros lo removieron todo hasta sus cimientos. Y marcaron un antes y un después en todos los eventos que tenían hasta entonces un carácter familiar cerrado, de clan. No consigo, no puedo imaginarme un Id al Adha en los tiempos de Medina, con la gente comiendo cada uno el cordero en su casa, con su familia.
Salvando las distancias, en el tiempo y en los grados de elevación, de emisor y de receptores, Shayj Abdul Qadir siguiendo este modelo, trató de que ese modo comunitario fuera siempre el terreno en el que pudiéramos crecer, gracias al constante aliento y elevación de nuestro Shayj, el servicio, en cualquiera de sus formas, llegó a ser considerado entre nosotros como la posición más elevada en el seno de nuestras comunidades.
Y aquí, me vais a permitir que os describa brevemente una escena que a mí me dejó marcado para siempre…
Estando en Cape Town después de un Moussem, llegó el domingo, que, en ese caso, era el día del Walí’s tomb que se hacía mensualmente. En aquella época yo estaba en la comunidad de México y tenía muy poco contacto con nuestro Shayj. Por lo que me fui acercando para presentarle mis respetos y vi que estaba sentado en un pequeño muro de piedra que había al fondo y que había varias personas esperando para besarle la mano y saludarlo, yo anhelaba también besar su mano pues, después del alejamiento que la distancia había producido entre nosotros, quería saber cuál era su parecer sobre mi permanencia en México sirviendo allí a la comunidad, pues eso era lo único que yo había hecho durante todo ese tiempo. En un momento dado, el Shayj me miró desde la distancia, o al menos eso creí yo, se levantó de donde estaba y haciendo un gesto especial para que todo el mundo dejara lo que estaba haciendo y posara su atención en él, dejó atrás a la gente que esperaba para besarle la mano, avanzó rápidamente hasta el extremo de la explanada, y para sorpresa de todos, se agachó en un rincón donde un hombre de la comunidad estaba limpiando todas las tazas y platos que se habían usado para un café que se había servido previamente. Entonces, le tomo la mano, y se la besó. Y sin pronunciar palabra alguna, regresó al mismo lugar donde estaba. En ese momento, todas mis dudas se disiparon. Pues él nos había dicho sin mediar palabra: mirad, yo beso la mano, del que sirve.
Y ya para terminar, voy a dejar que sean las palabras del propio Shayj Abdul Qadir las que cierren esta conferencia, citando aquí algunas de las frases que nos dejó sobre la fuerza transformadora y purificadora del servicio, vía a la que debemos aferrarnos, dando el mejor ejemplo a nuestros hijos para que vean en ello su propio camino de crecimiento y formación como hombres y mujeres musulmanes.
Dice el Shayj en El libro del Safar: “Los Fuqara son los que se sirven a sí mismos sirviendo a los demás. La Jidma (el servicio) del Faqir es lo que le hace ser más noble que todos lo demás. Los Fuqara dan y los gobiernos y los Estados quitan”.
Pero luego, tened presente lo que dijo Abu Madyan, el Ghawz de los Sufíes:
“El único placer de la vida es la compañía de los Fuqara.
Ellos son los Sultanes, los maestros, los príncipes.
Ellos son los Sultanes, los maestros, los príncipes porque son la gente de Jidma. Son la gente de Jidma con sus manos, pero son también la gente de Jidma con su Hikma (conocimiento). Sirven a la gente guiándolos por el camino correcto y con buenas palabras, palabras que curan; son los que hacen que la situación del mundo siga existiendo (…)”.
En el Interín es mío encontramos: “(…) En el gran ciclo de la caballería o, para ser más precisos, de la Futuwwah, −esto es, hombres de honor y de nobleza que se mantienen unidos por su creencia en lo Divino y la obligación al servicio, a la protección de las mujeres y a mejorar la situación de los pobres (…)”.
En El Príncipe Musulmán hay tres capítulos dedicados expresamente al servicio: El servicio al invitado, El servicio de la mesa y El servicio del Consejo (Shura), extraemos aquí unas líneas:
“El Juramento del Deber significa someterse al servicio, el vínculo necesario que pone al Príncipe al servicio de la gente. Hay un contrato de obligación y un contrato de amor. El primero es el sello de la esclavitud y el último es el sello de la libertad. El primero está predeterminado a llegar a su término por la fuerza. El último está delimitado con un plazo natural.”
En Las diez sinfonías de Gorka Konig Shayj Abdul Qadir le hace declarar a éste:
“(…) Sólo sé una cosa. Tengo que servir a esta gran causa y trabajar para lograrlo. Esta misión heroica no necesita música; lo que necesita es conocimiento y hombres y mujeres que estén dispuestos a servir. Y si te digo la verdad, siento que mi vida, lejos de haber casi terminado, está sólo comenzando. (…)”.
En Los cien pasos, en el capítulo de Shukr (dar gracias) dice: “(…) Su primer grado es dar gracias con la lengua, que es dhikr. Su segundo grado es dar gracias con todo el cuerpo, es servicio a Allah tanto en la obediencia en lo prescrito como en la asistencia a Sus criaturas. (…)”.
En el capítulo de Los Nuyaba (Los Nobles): “(…) El núcleo interno de los Nuqaba está caracterizado por su preocupación y su humilde servicio a los demás. Son los sirvientes de los pobres. Son estrictos en copiar la sunna del Mensajero e imitar su amor profundo por los masakin, los desvalidos y los afligidos. (…)”.
Nada más.
¡Que Allah bendiga a Su Mensajero, a su familia y compañeros por dejarnos el ejemplo completo de cómo se transforma una sociedad y de cómo se conforma una comunidad en la que se compite por poner las personas y los bienes en el camino de Allah!
¡Que Allah bendiga a Shayj Abdul Qadir y le recompense por cada acción acontecida en el mundo derivada de su intención, de sus actos y cada una de sus palabras! ¡Y que nos permita reunirnos con él en el Jardín!
¡Que Allah nos haga vivir y morir como gente de servicio! y que podamos dejar esa impronta en nuestra descendencia de manera que, al llegar al final de nuestra vida, tengamos la constancia de que nuestra intención nunca ha cambiado, y que los que vienen detrás han tomado el relevo. Amin.