Palabras de cierre

Shayj Abdalhaqq Bewley

Bismillahi’r-ahmani‘r-rahim
Wa sallallahu ala sayyidina wa maulana Muhammadin
Wa aalihi wa sahbihi aymain.

Solo quería decir unas palabras para concluir. Quiero empezar dando las gracias a Emir Hisham y a todo su equipo, así como a la gente de Granada, por haber organizado este maravilloso encuentro. Ha sido una enorme reafirmación de la realidad de la comunidad. Lo que quiero decir realmente es que se ve que a pesar de la marcha de nuestro Shayj, hace ya casi tres años, el testigo que nos dejó ha sido recogido y llevado hacia adelante. Lo que nos dejó se ha tomado. Y esto ha quedado especialmente patente en el hecho de que este encuentro ha sido organizado básicamente por la segunda y tercera generación de nuestra comunidad. Esto nos convierte, hasta donde yo sé, en una jamaat única en el mundo. Esta continuidad no ha existido en esta parte del mundo desde la caída de esta ciudad en 1492. Agradecemos a nuestro Shayj por este tremendo logro suyo, ¡que esto haya podido suceder!

Se ha visto claramente en la maravillosa energía aquí presente, en las reuniones, en el yumu’ah, y anoche en la mezquita… ¡de forma visible! Sabemos que él mismo, en su estilo inimitable, nos dejó un encargo: llevar el din de Allah hacia el futuro desde esta época. ¡Sin presiones! [sonríe] Pero lo cierto es que pasó más de cincuenta años mostrándonos, diciéndonos cómo hacerlo. Y durante esta reunión hemos recordado de muchas maneras contundentes, desde el Dr. Abdel Basir hace un momento, pasando por todas las conferencias, las formas en que podemos hacerlo. Pero depende de cada uno de nosotros asumirlo, en la forma que podamos. Todos tenemos la capacidad, de un modo u otro, de asumir esta tarea. Ninguno de nosotros puede hacerlo completamente. Pero juntos podemos asumir la tarea que nos dejó el Shayj.

Y quiero recordarme a mí mismo y a todos vosotros algo que ocurrió en los primeros días de la comunidad de Córdoba, cuando éramos unos diez, más o menos. Y tuvimos la colaboración de un hombre de este país, que fue de gran ayuda para nosotros. Su nombre era Nizar Sabbagh. Era el jefe de Ijwan al-Muslimin de Siria en el exilio. Y fue él quien dio el jutba en la mezquita de Córdoba, cuando hicimos allí la oración del Eid en 1978, creo. Y un día estaba hablando con él y me dijo: «Puede que no estemos de acuerdo en todo. Puede que tengamos diferencias. Pero sé que en una cosa estamos de acuerdo: Y es que tú, es decir, Shayj Abdelqader y su comunidad, y yo viviremos y moriremos en el intento de ver el din de Allah restablecido en este tiempo». Y él mismo, como sabemos, fue asesinado por el servicio secreto sirio en Barcelona. Y se dice que iba a enseñar tafsir cuando le dispararon en la calle. Iba a enseñar sobre lo siguiente:

No digáis de los que han muerto luchando en el camino de Allah que están muertos
(Noble Corán, 2:154)

Está enterrado aquí, en el cementerio que hay sobre la Alhambra, y murió con aquellas palabras que me dijo: que viviría y moriría para ver establecido el din de Allah en este tiempo.

Tenemos el ejemplo de nuestro Shayj, que día y noche, durante más de cincuenta años, luchó por ver establecido el din de Allah. Murió con ello. Y sabemos que ahora tenemos más gente de los que ya se han ido de entre nosotros, el último de ellos, por supuesto, Hayy Jairuddin, que murieron en el mismo camino. Y pido a Allah para mí y para todos nosotros, individualmente, que cada uno de nosotros, muera con la misma intención: ¡que gastemos nuestras vidas en el intento de ver restablecido el din de Allah!  

Nos han enseñado cómo hacerlo.

¡Que Allah nos dé éxito en llevarlo a cabo, en actuar según lo que sabemos!

[Parte del Wird: Allah a Latifu – Allah (10)]

¡Oh Sutil y Benévolo! Tuya es la sutil benevolencia pues Tú eres Sutil y Benévolo y desde Ti la sutil benevolencia nos envuelve. 
¡Sutil, Sutil! Imploro Tu sutil benevolencia, sé benévolo conmigo. Y he aquí que la sutil benevolencia ha descendido.
Nos hemos refugiado en Tu sutil benevolencia, hemos entrado en su centro y la sutil benevolencia se ha desbordado.
Nos hemos salvado por la sutil benevolencia de Allah, el Dueño de la sutileza. Él es Sutil y Su benevolencia es siempre sutil.
¡Oh Protector! ¡Oh Protector! Tuya es la protección, pues Tú eres el Protector, desde Ti nos envuelve la protección.
¡Protector! ¡Protector! Te imploramos Tu protección, ¡protégenos! Y la protección ha descendido.
En Tu protección nos hemos refugiado, ¡Oh Protector! y hénos aquí que hemos entrado en el centro de Tu protección y la protección se ha desbordado.
Nos hemos salvado por la protección de Allah, el Dueño de protección, en verdad Él es el Protector y Su protección siempre es protección.
Gracias al rango influyente del Imam de los enviados, Muhammad; pues de no ser por él la fuente de la protección no habría descendido.
Que la gracia de Allah sea sobre él mientras haya alguien que entone este cantar: ¡Oh Protector! ¡Oh Protector! Tuya es la protección.
No hay dios sino Allah. (diez veces)
No hay dios sino Allah, nuestro señor Muhammad es el mensajero de Allah, que Allah le dé Su gracia y paz, así como a su Familia.
¡Oh Señor!, por medio de estas palabras (de la shahada), dános firmeza. Y por medio de invocarlas y recordarlas benefícianos y haznos entrar en el ámbito de su protección, y haznos parte de su gente, y, que al morir, lo hagamos pronunciándolas y conociéndolas; y resúrgenos formando parte de la gente de nuestro señor y maestro Muhammad, que Allah le dé Su gracia y paz, así como a su Familia y Compañeros y todos los siervos creyentes de Allah.
Amin. (tres veces)
Y paz sobre los Profetas y los Enviados. (tres veces)
Y sobre todo los siervos de Allah justos.
Y el final de nuestro ruego es que la alabanza es de Allah, el Señor de los mundos.
Y no hay poder ni fuerza sino por Allah, el Excelso, el Inmenso.
Y mi éxito (la conformidad de mis acciones con lo que complace a Allah) no es sino por Allah, en Él me confío y a Él me vuelvo.
Y las alabanzas a Allah por el regalo del Islam y es suficiente como regalo.
¡Oh Primero! ¡Oh Último! ¡Oh Manifiesto! ¡Oh Oculto!, escucha mi llamada como escuchaste la llamada de nuestro señor Zakarías, sobre él la paz.
Y auxíliame por Ti para Ti, y ayúdame por Ti para Ti, y úneme a Ti y sepárame de todo lo demás.
Allah (diez veces)