Esta carta, redactada por el Profeta, SAWS, y escrita por sayydina Ali alrededor del año 4 de la Hégira, dirigida a la gente del monasterio de Santa Catalina, en el monte Sinaí, es un ejemplo de cómo los musulmanes han de relacionarse con aquellos que siguen otras creencias.
La carta, de fuente fidedigna y transmitido tanto por fuentes musulmanas como no musulmanas, dice así:
Esta es una carta enviada por Muhammad SAWS Ibn Abdullah, el Mensajero, el Profeta, el leal, quien ha sido enviado a toda la humanidad con buenas noticias y advertencias y en quien Allah ha depositado su confianza para que los hombres no tengan excusa cuando se hayan ido de los profetas. Y Allah es Todopoderoso y Sabio. Esta carta es para la gente de la religión cristiana y todos aquellos que la profesan en el este y oeste, lejos o cerca, quienes hablan idiomas conocidos o desconocidos.
Ha sido escrito para ellos (los cristianos) como acuerdo, y quien quiera que lo quebrante, altere o transgreda la promesa aquí contenida, habrá violado el contrato con Allah, roto Su promesa, ridiculizado Su religión y se habrá ganado el castigo de Allah, ya sea soberano o cualquier otro musulmán.
Si un monje o creyente se instala en una montaña, valle, cueva, aldea, iglesia u otro lugar de adoración, estaré detrás de él defendiéndole de quien sea que los agreda, yo mismo o mis ayudantes, mi gente, mis seguidores, siendo mis súbditos y defendiendo mi contrato. Y ellos quedan exentos de pagar los impuestos que recaen sobre la gente del libro, a menos que lo quieran pagar de su propia voluntad sin que haya habido coacción ni fuerza empleada. Ningún sacerdote será retirado de su diócesis ni monje de su monasterio, ni asceta de su celda, ni peregrino de su camino, ni serán derruidos sus lugares de reunión o iglesias, ni serán su riqueza o iglesias utilizadas para la construcción de mezquitas ni casas para los musulmanes.
No se recogerá ni impondrá ningún impuesto ni multa a los monjes, sacerdotes, o ministros, y yo los protegeré dondequiera que se hallen, sea mar o tierra, norte o sur, este u oeste, ellos estarán en todo momento y lugar bajo mi protección y contrato e inmunes de cualquier maldad.
Del mismo modo, los ermitaños de las montañas y lugares sagrados no tendrán que pagar impuesto alguno por la tierra que habiten o cultiven, ni se cogerá una porción de su cosecha, siendo esta para su propio alimento, ni tendrá que prestar ayuda en época de cosecha ni ir a la guerra, ni se les cobrará a los terratenientes doce dírhams al año.
Ninguno será obligado a pagar más de lo debido. Serán protegidos bajo el ala de la misericordia de toda vejación y maldad allá donde se encuentren. Y si alguno de ellos vive entre los musulmanes los musulmanes les ayudarán, permitirán rezar en sus iglesias y no interferirán en la práctica de su religión.
Quien quebrante este contrato y haga lo contrario de lo aquí recogido, será considerado un rebelde contra el contrato de Allah y de su mensajero. Además, los musulmanes ayudarán a reparar las iglesias y otros lugares de culto que permanecerán en el poder de ellos con la condición de que cumplan su religión y actúen de acuerdo al contrato.
Ninguno será obligado a levantar armas porque los musulmanes les protegerán. Ninguno violará este contrato para todos los tiempos hasta el día del Juicio y el fin del mundo.