Reflexiones sobre los atentados de las Ramblas y Cambrils

Abdulhasib Castiñeira. 17 de septiembre del 2017
El jueves 17 de Agosto, en una tarde calurosa de verano y en el lugar más concurrido y famoso de la capital catalana, lleno hasta los topes de turistas, una furgoneta se lanza por la zona peatonal a atropellar indiscriminadamente a los viandantes. Quince personas muertas y más de 130 heridos, muchos de ellos extranjeros, y un inocente asesinado a puñaladas para robarle su vehículo y permitir al autor de la masacre huir, llevándose el cadáver ensangrentado del propietario en el asiento de atrás, ese es el balance del suceso. Hoy hace un mes exactamente desde que ese atentado low cost sembró la muerte y el pánico en las Ramblas de Catalunya en Barcelona.
Aquella misma noche, un fallido segundo atentado en Cambrils (Tarragona) se llevó por delante a una mujer inocente, asesinada a cuchilladas, y a otra que murió por las heridas sufridas en el atropello criminal. La historia ya es bien conocida. Las raíces y las causas no tanto.
El autor de los atropellos indiscriminados de las Ramblas, un joven de origen marroquí de 22 años, murió tiroteado cuatro días más tarde, cuando salía de un viñedo del Penedés ataviado con un cinturón de explosivos, que resultó ser falso. Los cinco individuos que se lanzaron a atropellar peatones en la madrugada del viernes en el paseo marítimo de Cambrils también murieron a tiros de un policía en el mismo lugar de los hechos, igualmente ataviados con sus ridículos cinturones explosivos de pacotilla. Tanto el conductor de la furgoneta en las Ramblas como los autores del atropello y el acuchillamiento de una mujer inocente en Cambrils formaban parte de un mismo grupo de jóvenes, todos de origen marroquí y residentes en la ciudad de Ripoll, provincia de Gerona, cerca de Francia.
Según se pudo reconstruir más tarde, estos dos atentados, tan grotescos y tan burdos que pudieran calificarse de chapuzas si no fuera por el horripilante daño causado, eran un plan B, probablemente improvisado, al haber fallado el plan original que era aún más siniestro, un atentado con explosivos en algún punto concurrido de Barcelona. En un chalet de la localidad costera de Alcanar (Tarragona) la noche antes, el miércoles 16 de agosto, un accidente había provocado una violenta explosión en la que murieron el imam de Ripoll y otro joven. Este imam había estado adoctrinando durante meses, quizá un año, a un pequeño grupo de jóvenes de origen magrebí inculcando ideas tóxicas y obsesivas de odio, usando una ideología simplista de muerte, envasadas en un envoltorio de resentimiento religioso y utilizando terminología extraída, de modo fraudulento, del vocabulario islámico. Esa misma manipulación semiótica se pudo ver pocos días después en boca de un joven español, con boina a lo Che Guevara, bautizado en internet como “el Cordobés”. Se despachaba el muchacho con argumentos que parecen sacados del Capitán Trueno, en una ridícula soflama anti-cristiana, siempre con su dedo índice amenazador en alto, en un video difundido por el Daesh. Con un español fluido, un leve deje marroquí, y utilizando una retórica incongruente, disparaba vocablos como “la hiyra”, “el yihad” y “la tierra del califato” para articular, siempre con su dedo índice advertidor en alto, la promesa de vengar la sangre de los musulmanes de Al-Andalus, derramada por la Inquisición. No tiene el joven una meta ni un objetivo mejor en la vida ni ha encontrado un propósito más importante en su existencia que convertirse en vengador de las víctimas de la Inquisición. El Cardenal Cisneros y los infames inquisidores que perseguían y torturaban a judíos, moriscos, herejes y protestantes y a todos los que se apartaban de la ortodoxia católica, ya han muerto hace muchos siglos. Lo peor de todo es que esos siniestros personajes y su institución se parecían mucho, muchísimo, en su actitud inmisericorde y en su dogmatismo intransigente y cruel al Daesh que ha pretendido establecer un mal llamado Estado Islámico en Iraq y en Siria, aprovechando el caos reinante después de las intervenciones americanas y las intrigas internacionales que han desestabilizado la región y han creado una anarquía espantosa.
Pero volvamos a Ripoll, donde el imam Abdelbaki as Satty había estado adoctrinando en secreto a un grupo de muchachos, a veces en una furgoneta otras veces en un piso, nunca en la mezquita. Esos jóvenes marroquíes cuyos abuelos y familiares de un pueblo del interior de Marruecos declaran con serenidad y compostura a periodistas españoles que los muchachos no han aprendido eso en Marruecos, que esos chicos se han criado en España. El imam de Ripoll tiene un historial de traficante de droga y traficante de personas desde Marruecos a España y ha pasado cuatro años en la cárcel (2010-2014) condenado por tráfico de drogas, se le detuvo con 121 kg de hachís en el puerto de Ceuta. En 2015 llega a Ripoll y la comunidad lo acepta como imam. ¿Qué nivel de conocimiento y qué grado de discernimiento pueden tener los responsables de la comunidad musulmana de Ripoll para aceptar a un individuo con ese currículum como imam? En Bélgica ya había intentado ofrecerse como imam en un mezquita de Vilvoorde, una población conocida por ser foco de extremistas, y aun así, allí lo rechazaron por no tener credenciales para esa función.
El fallo de los mayores y de los responsables de la comunidad magrebí de Ripoll fue mayúsculo y pone de relieve la patética insolvencia espiritual y lo más peligroso de todo, un vacío de autoridad –con las ideas claras y con un conocimiento correcto del Islam– en esta comunidad de musulmanes emigrantes. Los requisitos de un imam son bien conocidos por estudiantes de los primeros niveles de cualquier madrasa infantil de Marruecos e incluyen: conocimiento del Corán, conocimiento de las normas del Din (fiqh), integridad moral, buen carácter, gozar del respeto y el aprecio de la comunidad a la que pertenece, así como una apariencia noble y digna. A simple vista no parece que este candidato, recién salido de la cárcel por tráfico de estupefacientes, poseyera ninguna de los requisitos necesarios.
Al cabo de unos pocos meses, un puñado de jóvenes hijos de emigrantes magrebíes, calificados por vecinos, maestros y autoridades del pueblo como “normales” e “integrados” se convierten en descerebrados verdugos de personas inocentes, plenamente convencidos de las consignas inculcadas en tan breve tiempo por el imam–traficante.
Esos jóvenes nacidos en Marruecos y criados en Cataluña están, en la terminología de la tradición musulmana, maŷnun, o maŷanin, en plural. Esto es, poseídos por un demonio que les dicta y les susurra, que les convence y les aporta justificaciones a actos que ni la razón puede justificar, ni la enseñanza del Islam aprueba. La ley del Islam, por el contrario, los condena y los castiga de la forma más severa. Matar a inocentes sin motivo y causar el terror y el pánico en espacios públicos de la ciudad, utilizar el nombre divino, no solo en vano, sino ultrajarlo al pronunciarlo al mismo tiempo que perpetran sus crímenes. Esta enajenación o posesión por un demonio tiene cura y la única posible cura y salvación la tienen en su propia cultura marroquí.
Todas las conjeturas, argumentaciones y consignas revolucionarias, con tintes religiosos, son pura especulación mal fundada, no basada en un entendimiento correcto de la realidad y son líneas de pensamiento enfermo, desviado de la verdad y desprovistas de sinceridad. Eso es fanatismo. El sheyj Mouley al-Arabi ad-Darqawi –el maestro de la tariqah Shaddiliyah nacido en las montañas de banu Zarwal, al norte de Fes y cuya vida transcurre entre la segunda mitad del siglo XVIII y en la primera parte del siglo XIX– dice en una de sus cartas:

El que se confía a la conjetura (aḍh-ḍhan)[1] jamás llega a la realización. Por consiguiente, apartaos de todo interés y consideración por la conjetura. No juzguéis ni toméis decisión alguna en base a vuestra conjetura o a vuestra opinión. Más bien juzgad solo después de haberos cerciorado del asunto, pues la sinceridad en la palabra y en la acción repele las dudas y las fantasías, establece firmemente la unidad divina (tauḥīd) en el corazón de quien la posee, invariablemente, y repele incluso al adversario del ego. Siempre que el antagonista del ego ha sido repelido, el adversario de la propia especie ha sido también repelido. En tanto que el adversario de la propia especie ha sido repelido, entonces es cuando él es también perdonado y Allah el Altísimo le da Su ayuda. Además, si se abstiene de causar daño a los siervos de su Señor (a los seres humanos) y, por su parte, soporta el daño que ellos le hacen, eso le hace lograr una realización aún mayor y un carácter más grande, y ese es el estado de perfección propio de los amigos de Allah, ensalzado sea, que Allah esté complacido con ellos. Paz.

Y en otro pasaje, aconsejando a sus estudiantes dice:

Que vuestro externo esté siempre en una actitud humilde, es decir, dejad de lado todo estado que conduzca hacia la soberbia y hacia la prepotencia. Y no imitéis nunca ninguno de los estados de la prepotencia. Permaneced en estado de humildad, de limpieza, de serenidad y de contentamiento…etc.

En el otro extremo del espectro, una consecuencia positiva e inesperada de los espeluznantes atentados ha sido la aparición en la esfera pública de un ejemplo de integridad, coherencia y sensatez en la comunidad musulmana de Cataluña. La claridad de pensamiento de la joven Miriam Hatibi irrumpió con fuerza en una entrevista realizada por TVE en la mañana del día 24 de Agosto, y ha vuelto a quedar patente en las sucesivas entrevistas y apariciones en los medios de comunicación de esta joven, también de origen magrebí. Sus intervenciones han sido una brisa de aire limpio en medio de una atmósfera contaminada por el discurso contra el Islam, tan necio y tan ciego como el discurso manipulador de los maŷanin (poseídos por los demonios) de origen magrebí que han desperdiciado sus propias vidas y han causado tanto sufrimiento a personas inocentes, a sus propias familias y al buen nombre del Islam.
Entre los inestimables consejos que el Sheyj ad-Darqawi ofrece a sus estudiantes, algunos de ellos tratan de lo que podríamos calificar de “higiene mental”, de limpiar la mente y el corazón de los pensamientos tóxicos, que son el combustible de los demonios. Dice:

… la ilusión es falsa, como ya sabes, pero si le das realidad te impide viajar a tu Señor y te apresa, quedándose contigo y haciéndote vagar errante lejos de tu Señor. Que Allah nos proteja. Pero si no le das realidad, su mal se marcha y lo que viene a ti es su bien. Pues es precisamente por lo opuesto de su opinión, de la opinión del ego y de la opinión del Shayṭān, que Allah lo maldiga, cómo avanzan los viajeros en el camino. Y es así como su tiempo se torna tranquilo y dichoso, siempre y en todo momento. Paz.

Ahí tienen los magrebíes una fuente de inspiración y una guía saludable, en su propia tradición, que contiene los elementos del éxito y de una identidad unificada y fuerte.
Es preferible no estar integrado y ser íntegro. Más vale tener cordura y pensar por uno mismo que dejarse manipular por los dictados de los demonios del odio, ya sea contra los musulmanes o contra otros seres humanos.
[1] Aḍh-ḍhan, la conjetura, suposición, sospecha u opinión. En contra de guiarse por ella hay una advertencia clara en el Corán: “!Vosotros que creéis!, evitad muchas de las conjeturas. Ciertamente que algunas conjeturas son delito.” Surat al Ḥuŷurāt, las Habitaciones Privadas, 49; aleya 16.