La Himma

Las alabanzas son para Allah, Señor de los mundos. Allah, Majestuoso Sea, dijo en Su Noble Libro: “Tomad delantera hacía un perdón de vuestro Señor y un jardín cuya anchura son los cielos y la tierra , que ha sido preparado para los que crean en Allah y en Sus mensajeros. Ese es el favor de Allah que da a quien quiere. Y Allah es dueño del inmenso favor”.

¡Musulmanes!, temed de verdad a Allah y apresuraos hacia Él con prontitud y sin demora. Procurad mantener vuestros anhelos, vuestra himma, en el lugar más elevado. Afanaos por ser de aquellos que más cerca están de Él, por ser de aquellos que más se benefician de Su favor y misericordia. Alcanzar estos altos propósitos no se logra con simples deseos, pero si con determinación, fuerza de voluntad, trabajo y esfuerzo en la obediencia y la sinceridad con Allah.

Al Hasan Albasri, que Allah tenga misericordia de él , dijo: “La fe ( Al īmān) no es desear, ni aparentar, sino aquello que se hace firme en el corazón y confirman las acciones”.

Ali Ibnu Abī Tālib, a quién Allah honró su rostro, dijo: “Lo que más ennoblece a un hombre es su himma y lo que más le humilla son sus bajos deseos”. Dijo también: “El que carece de himma, carece de hombría”.

¡Musulmanes! Nuestro dīn nos exhorta a esforzarnos, aplicarnos y sacrificarnos. En Islām, no hay lugar a la pereza, a la inactividad ni a la vagancia. El Mensajero (SAWS), en varios hadices, insistió en la importancia de tener himma, determinación y fuerza de voluntad en todos nuestros asuntos.

Según un hadīz relatado por Al Hasan Ibnu Alī, que Allah esté satisfecho de ambos, nieto del mensajero (SAWS), dijo: “Ciertamente Allah ama las metas nobles e importantes y detesta aquellas que son insignificantes”. Dijo también, que Allah le conceda paz y bendición: “Si la hora se hace inminente y alguno de ustedes tiene un plantín de palmera en la mano, y puede plantarlo antes de que la hora llegue, entonces debe hacerlo y será recompensado por esa acción”.

La himma procede del corazón, como la intención. Los ûlama la definieron como la voluntad y determinación firme y sólida para alcanzar objetivos propuestos. Es la fuerza motriz que encamina hacia la acción.

La himma, en su máxima expresión, es la que te hace sentir la presencia de Allah en cada momento, la que hace que prescindas de todo salvo Allah, la que te conduce hacía el camino recto.

El Mensajero (SAWS) exhortaba a sus compañeros a aspirar a lo más alto, incluso en la súplica; les decía, que Allah le conceda paz y bendición: “Si le pedís a Allah, pedidle el firdaus, ya que está en el medio de la parte más alta del paraíso; por encima de él, está el trono del Misericordioso y de él nacen los ríos del paraíso”.

¡Siervos de Allah! El creyente, a quién Allah ama ,es aquel que está lleno de energía, aquel que contagia a los demás con su actitud positiva, aquel que se aleja de los vagos, fracasados, pesimistas y dormidos.

El creyente, al que Allah ama, es aquel que valora su tiempo y saca el mayor provecho de él, aquel, cuya himma , alcanza las cumbres, sin ser vanidoso ni soberbio, con los pies en el suelo.

Allah ama al creyente veraz, que no es indeciso, que deposita su absoluta confianza en Allah, aquel que se dirige a Allah invocando la súplica del Mensajero (SAWS): “Oh Allah! Me refugió en Ti de la incapacidad y de la pereza”.

Según un hadīz narrado por Abū Hurayrah ,que Allah esté complacido con él, el mensajero (SAWS) dijo: “El creyente fuerte es mejor y más amado por Allah que el creyente débil, y en ambos hay bien. Espérate en aquello que ha de beneficiarte, encomiéndate en Allah y no te desalientes”.

En esa declaración, el mensajero (SAWS) se refiere a la fuerza del Īmān ( de e fé), de la creencia( la âquīdah), del conocimiento, del nafs, de la voluntad y la himma, así como a la fuerza física mientras sea usada en lo que ha de beneficiarte en esta vida y en la otra.

El creyente fuerte en su īmān, cuerpo y acciones, es mejor que aquel que tiene un īmān débil, un cuerpo débil y escasas acciones, porque es más productivo y beneficia más al conjunto.

En ambos hay un bien, pero no son iguales. Allah,Enaltecido sea, dice: “Cada uno tendrá sus grados en la medida de lo que haya hecho”.

Allah preparó para sus siervos más justos distintos jardines que ningún ojo ha visto, ningún oído ha oído y nunca ha pasado por la mente de ningún ser humano. Jardines superpuestos en niveles y grados . El que se encuentra en el nivel más alto es «Al firdaus», la epítome del éxito.

Los compañeros del mensajero (SAWS) ,los sahabah, están todos en el jardín, en el yannah, pero Allah, Altísimo sea, ha distinguido a unos con respecto a otros. Los que se encuentran en el lugar más favorecido son los diez hombres que fueron albriciados con el jardín en vida. Y entre esos hombres destacan los cuatro hombres bien guiados, (los khulafa arrāshidūn), Abū Bakr, Umar, Ûthmān y Âli, que Allah esté satisfecho de todos.

De la misma manera, Allah, Exaltado Sea, ha favorecido a los muhāyirūn– los que emigraron- y los ansār -los que les auxiliaron- respecto a los demás. Allah, Altísimo sea, dice: “Y los primeros percusores tanto de los que emigraron como de los que les auxiliaron, y de los que les siguieron en hacer el bien, Allah está satisfecho de ellos y ellos lo están de El”.

Allah ,Exaltado sea, en esta noble aleya, cita en primer lugar a los muhāyirūn y después a los ansār, por haber demostrado una sinceridad y sacrificio que nunca se ha visto en la historia de ninguna comunidad. Salieron de la Noble Makkah para dirigirse a una tierra nueva, a una realidad diferente, abandonando sus tierras, riquezas, familias, sufriendo trastornos físicos, de salud, debido al cambio de ambiente y todo por amor a Allah, a Su mensajero y al Islam.

¿Cuántos, de entre nosotros, somos capaces de acometer este sacrificio?

Igualmente, de entre los muhāyirun y los ansār, Allah Alabado Sea, favoreció a los que combatieron en la batalla de Badr.

Allah, Altísimo sea, les dijo: “Haced lo que queráis, estáis perdonados”.

¡Musulmanes! En el mundo del éxito, del triunfo, solo habrá lugar para los hombres con altas aspiraciones, fuertes voluntades, con himma elevada. Allah, Exaltado sea, ha puesto a prueba a Sus siervos con el islam, para distinguir entre aquellos que están al pie del cañón, aquellos que se mantienen firmes en sus posiciones, dispuestos a cumplir con sus obligaciones y compromisos sin abandonar sus propósitos, de aquellos que están dormidos.

*********************

¡Siervos de Allah!

Todo hombre debe de demostrar una gran himma, especialmente en lo que se refiere a la adoración de Allah y la rectitud. La himma es una herramienta poderosa que impide que el hombre se corrompa. Por ello, nuestro Dīn nos incita a competir en los actos de adoración y las buenas acciones. Allah, Altísimo sea, dice: “¡Que en ello pongan su anhelo los que anhelan!”. El Mensajero (SAWS) ponía una fuerte himma en todos sus asuntos. Al Hasan Albasri, que Allah esté satisfecho de él, dijo: “Compite con quien compita contigo en tu Dīn, y quien quiera competir contigo por su dunia, apártate de él”. Los sahābas, que Allah esté satisfecho de todos, competían entre ellos en las buenas acciones. Wuhayb Ibnu Alward, que Allah esté complacido con él, dijo: “Si eres capaz de no dejar que nadie te adelante en tu camino hacía Allah, hazlo”.

¿Qué himma ,qué fuerza de voluntad demuestran aquellos que no son capaces de cumplir con las obligaciones que Allah les encomendó? Aquellos que descuidan la oración del fayr , por ejemplo. Quien quiera levantarse al fayr, se levantará si su voluntad es sincera. Quien quiera ayunar unos días de forma voluntaria, lo hará, si se lo propone de verdad. Quien quiera abandonar el vicio del tabaco, si realmente quiere, lo conseguirá.

Todo dependerá del nivel de himma que tenga. Musulmanes, el anhelo para adquirir conocimiento útil para esta vida y la siguiente distingue claramente a los hombres con himma y los que carecen de ella. Allah, Exaltado Sea, dice: “Allah elevará en grado a los que de vosotros crean y a los que han recibido el conocimiento”.

Los sahāba, que Allah esté complacido con ellos, eran los que más interés e ímpetu demostraban a la hora de buscar conocimiento. Abu Hurayrah , que Allah esté satisfecho de él, narró alrededor de 5375 hadīzes, tenía un carácter fundamentado en la fidelidad al conocimiento . De servidor pasó a ser señor y de de entre la multitud se convirtió en Sabio y Imām. No tenía posesiones, ni tierras ni negocios a la que dedicarse. Pero hizo de la memoria su centro de preocupación. Si no fuera por su fuerte himma, no nos hubieran sido transmitido tantos hadīzes.

Abu Hurayrah decía: “Los muhāyirūn se dedicaban a sus negocios y los ansār estaban ocupados en sus tierras. Pero yo era pobre y pasaba mi tiempo junto al mensajero (SAWS),siempre estaba junto a él, pendiente únicamente de sus palabras. Las memorizaba una a una”.

Al imām Ashāfiî que Allah tenga misericordia de él, memorizó el Corān a la edad de 7 años y el Muwatta a la edad de 10 años. Al Imām Ahmed, que Allah tenga misericordia de él, memorizó miles y miles de hadīzes. Al Imām Annawawi, que Allah tenga misericordia de él, asistía a doce clases al día, de tafsir, fiqh

Todos estos hombres valiosos y otros más han puesto sus vidas a disposición del conocimiento para dejarnos este preciado legado. Sus nombres y obras permanecerán grabados eternamente en la historia de la humanidad. Tenemos que serles infinitamente agradecidos pero, desgraciadamente, muchos menospreciamos este legado. Adquirir conocimiento se ha convertido para muchos de nosotros como una prédida de tiempo, algo innecesario.

En la época de resplandor del Islam en Al Ándalus, las mezquitas eran las fuentes donde se adquiría conocimiento. Sin embargo, hoy en día, se han convertido en lugares que sirven para un único propósito, el salāt.

Nos queda el día del jumuâ, la única ocasión que podemos aprovechar para poder aprovechar y aprender algo. No obstante, a algunos nos pesa el jutba.

Lo único que deseamos es que el jutba terminé lo antes posible, como si estuviéramos sentados encima de ascuas. A veces nos quejamos de que el jutba ha sido excesivamente larga, pero cuando nos disponemos a hablar fuera, la noción del tiempo desaparece, no hay prisa. Nos quejamos de los cinco o diez minutos que ha tardado el jutba y nos olvidamos que se dedican horas en redactarla.