Las alabanzas a Allah. Él es el Conocedor, el Sabio. Exhortó a Sus siervos a no precipitarse en sus asuntos para así evitar desgracias y tragedias. No existe otro dios excepto Allah. Él es el Único, no tiene copartícipe, y Muhammad es Su siervo y Mensajero. Su Señor dijo sobre él: «Ciertamente estás hecho de un carácter magnánimo». (Sura del Cálamo 68:4).
¡Oh, Allah, concédele paz y bendiciones, así a su familia y todos aquellos que siguen su guía y su sunna hasta el Día de la rendición de cuentas!
¡Siervos de Allah! Allah, el Altísimo, dice en Su Noble Libro: «El hombre está hecho de precipitación». (Sura de los Profetas 21:37).
El ser humano siempre ha tenido la tendencia a precipitarse. Así es como Allah, glorificado sea, lo ha creado. Es una condición innata, congénita, del hombre. Somos impacientes. No estamos dispuestos a esperar. Somos, por naturaleza, impulsivos, nos precipitamos a la hora de tomar decisiones, a la hora de hablar y en nuestras acciones, lo que nos lleva a ser erráticos. Si no hacemos un ejercicio de fuerza y de voluntad para cultivar y controlar esta impulsividad, esta espontaneidad, esta precipitación, las consecuencias podrán ser dañinas y trágicas.
La virtud humana no es una facultad sino un hábito. Surge a consecuencia de la práctica, del aprendizaje, del esfuerzo y del sacrificio. Muchos de los grandes errores son consecuencia de un impulso. La impaciencia entorpece el pensamiento y lo transforma en impulso. La paciencia, el detenimiento, la calma, es inteligencia. Por lo tanto, es armonía y equilibrio de espíritu. En determinadas ocasiones, una acción simple, una simple palabra sobre la cual no hemos reflexionado puede desencadenar consecuencias indeseables para nosotros y para los demás. Por lo tanto, es imprescindible actuar con un mínimo margen de serenidad, de espera, para tomar la decisión de decir o hacer algo, sobre todo en el momento que percibimos que hay una emoción o un sentimiento demasiado influyente o invasivo, como la ira, por ejemplo. La ira es capaz de destruir vidas y relaciones. El Profeta ﷺ se refirió a ella como «una brasa ardiente en el corazón de los descendientes de Adam».
El Islam, sin embargo, nos da muchas formulas acerca de cómo controlarla Y encauzarla en acciones aceptables. Se trata de crear una especie de alarma interna que se activa cuando estamos en un pico emocional. Ese estado no suele mantenerse tan intenso por mucho tiempo. Así que a veces es solo cuestión de esperar un momento. Esperar un lapso de tiempo que nos ayude a crear o hacer crecer un margen de serenidad.
¡Siervos de Allah! Hoy en día vivimos en un mundo frenético. Vivimos en la sociedad de la prisa, de la velocidad, donde se busca incluso adelantarse al futuro y alcanzar los objetivos de forma inmediata, lo que es conocido como el fenómeno del inmediatismo. Queremos todas las soluciones, todas las respuestas. Lo queremos de manera urgente, sin esfuerzo, sin constancia, sin costes. Nos hemos convertido en una sociedad impaciente que busca atajos, que busca el camino más fácil y corto, sin querer pasar por el proceso que inevitablemente requiere de la calidad de la constancia y perseverancia. Aspirar a ganar dinero rápido y fácil es el objetivo de muchas personas en todo el mundo, sobre todo los adolescentes.
¡Siervos de Allah! El ser humano es impulsivo y precipitado por naturaleza. Tanto así que con igual precipitación ruega por el mal y por el bien. Allah subhanahu ta’ala dice: «El hombre pide el mal de la misma manera que pide el bien, el hombre es siempre precipitado». (17:11).
Pues el hombre es dado a precipitarse. Pero, por la misericordia de Allah, estos ruegos no lo son concedidos, no lo son respondidos. Allah conceda otras oportunidades, le emplaza a otro termino. Allah, alabado sea, dice: «Y si Allah precipitara el mal a los hombres como ellos quieren precipitar el bien, el plazo se les habría cumplido; sin embargo, a los que no esperan que han de encontrarse con Nosotros, los dejamos errantes en su extravío». (10:11).
Islam condena y reprocha la precipitación, el apresuramiento porque es el ruto de los deseos y de las pasiones del nafs rebelde y caprichosa. La palabra ayala o ta’ayul, la precipitación o el apresuramiento en castellano así que sus derivados son mencionados en el Corán al-Karim treinta y siete veces. La mayoría con una connotación negativa. Por esto mismo el Mensajero ﷺ nos exhorta a evitar la precipitación y tener cautela. Y dice en el hadiz: «La precipitación es del Shaitan. Y la serenidad proviene de Allah».
Unas de las artimañas del Shaitan es aprovechar el estado impulsivo del individuo para incitarle a cometer faltas que no habría cometido de haberse detenido a reflexionar sobre las consecuencias. El nafs sereno, pausado y calmado sabe actuar cuando se acercan los momentos críticos, sabe desenvolverse en medio de la tormenta. Sabe cómo hacer frente a las turbulencias y buscar la solución acertada. Resolver asuntos de manera apresurada conduce en muchas ocasiones a empeorar las cosas. A veces surgen situaciones urgentes que deben atenderse con brevedad. Pero ahora sí, esas deben atenderse con calma. Para tener éxito es necesario controlar la energía impulsiva, encauzándola hacia lo correcto y evitando así que se conviertan en una fuerza destructiva.
¡Siervos de Allah! El detenimiento, la calma, son cualidades de aquellos dotados de conocimiento, de intelecto y de buen entendimiento del din. Mientras que aquellos que no consiguen controlar esta reacción impulsiva manifiestan un estado anímico inestable. Son personas que hablan antes de saber. Contestan antes de escuchar, incluso antes de entender. La escucha es el primer paso para el diálogo. Una de las enfermedades de nuestro tiempo es la poca capacidad de escucha. Y después viene el arrepentimiento. Existe un proverbio árabe que dice: «La precipitación es la fuente de los arrepentimientos». Amr ibn Abbas, que Allah esté complacido con él, dijo: «El hombre seguirá cosechado el fruto de la precipitación: el arrepentimiento». El Mensajero ﷺ afirmó que la serenidad y el detenimiento son cualidades de los profetas. Y dijo: «El estado sobrio, la calma y la moderación son una de las veinticuatro partes de la profecía».
En un hadiz narrado por Abdullah ibn Abbas, que Allah esté complacido con ambos, el Mensajero ﷺ dijo: «Al Ashay ‘Abdul-Qais, que Allah esté complacido contigo, hay en ti dos cualidades que Allah ama: la serenidad y la indulgencia (al-Hilm)». Transmitido por Muslim.
Este hadiz nos narra que Al-Ashay ‘Abdul-Qais, noble compañero del Mensajero ﷺ encabezó una delegación de su tribu en el año 10 después de la hiyra. Cuando llegaron a Medina, debido al anhelo que sentían por ver al Mensajero ﷺ se apresuraron hacía él para saludarle, empujándose una a otro, dejando sin atar a sus camellos, y con la vestimenta del viaje, sin haberse sacudido el polvo del viaje. Mientras que Ashay, que Allah esté complacido con él, permaneció tranquilo en su lugar, ató a su camello a los demás camellos, se vistió con dos tejidos blancos relucientes y todo ello bajo la atenta mirada del Mensajero ﷺ y con una actitud serena y pausada. Y después se dirigió al Mensajero ﷺ. El Mensajero le recibió, le sentó a su lado y le dijo: «Oh Ashay, hay en ti una cualidad que Allah y Su Enviado aman». Al-Ashay dijo: «¿Cuáles son, oh Mensajero de Allah?». Dijo ﷺ: «La indulgencia (al-Hilm) y la serenidad (Al-‘Ana)».
¡Siervos de Allah! La sabiduría y la serenidad son dos cualidades estrechamente vinculadas. El hombre sabio nada en el mundo consigue remecer su serenidad, así como el huracán que no hace mella en el acantilado. El hombre sabio se mueve en el mundo de las cosas y de los acontecimientos. Pero su morada está en el reino de la serenidad: la calma. Ibnu Qayyim, que Allah tenga misericordia de él, dijo: “Carecen de sabiduría el ignorante, el imprudente, el que actúa por la prisa”.
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¡Musulmanes! La impaciencia, el querer anticiparse a las situaciones de forma acelerada, otorgando a los acontecimientos la posibilidad de que se realicen en su curso normal y natural, provoca que alteremos el ritmo propio de las cosas. La precipitación es algo bueno siempre sí que se trate de asuntos del ajira, de la última vida. El Mensajero ﷺ dijo: «La calma es buena en todos los asuntos, salvo en las acciones de la última vida». Allah, glorificado sea, dice en Surat al-‘Ala, la Sura del Altísimo: «Pero vosotros preferís esta vida, aunque la otra vida es mejor y más duradera». (87:16-17).
Competir en hacer el bien es algo que tanto el Corán Karim como la sunna del Mensajero alaban. Así fueron los compañeros del Mensajero ﷺ. Allah, glorificado sea, dice, elogiando, elevando, el rango de aquellos que toman la delantera en hacer el bien, que están en la vanguardia de las buenas acciones: «Y los adelantados. ¡Oh los adelantados! Esos serán los que tengan proximidad en los Jardines del deleite». (Sura de Lo que ha de ocurrir 56:10-12).
Pero ojo, competir en las buenas obras no es tratar de ser mejores que los otros o buscar un interés propio o incurrir en a envidia. No se trata de presumir o de acaparar todas las miradas o los elogios. Las buenas acciones se acometan con plena sinceridad a Allah. Él es Quien te ha guiado a ello. Es por Su favor. Allah nos ha creado a nosotros y ha creado nuestras acciones. Se trata de complementarse para conseguir de forma colectiva el interés común. Cada persona tiene, por múltiples circunstancias, diferentes potenciales, ha adquirido una u otra habilidades. No hay una persona que lo haga todo bien. Esta competencia debe de influirnos de manera positiva, debe ayudarnos a mejorar, nos debe incentivar de forma positiva. Nos debe servir de motor o energía para mejorar, nos debe incentivar para dar nuestra mejor versión y así beneficiar al interés comunitario.
¡Siervos de Allah! Cada viernes recitamos Surat al-Kahf, la Sura de La Caverna. En ella se encuentra una ilustración de la relación cordial de maestro y discípulo, un encuentro maravilloso entre Sayyiduna Al-Jidr y Sayyiduna Musa. Al-Jidr al que Allah, subhanahu wa ta’ala, había dado un conocimiento del no-visto que no había dado a nadie. Es un encuentro que tiene como desenlace la irremediable separación entre ambos, debida al ansia de Sayyiduna Musa para querer aprender demasiado rápido. Ocurrió lo que nos ocurre a la mayoría de nosotros, solo vemos lo inmediato. A veces tenemos que pararnos y aprender a mirar más allá de lo que vemos, para así evitar emitir juicios precipitados e injustos, o interpretaciones erróneas.
El Mensajero ﷺ dijo: «¡Que Allah tenga misericordia de Musa! Quisiéramos y desearíamos que hubiera sido más paciente para aprender más de ellos, del conocimiento y de la sabiduría». Transmitido por Al-Bujari.
¡Oh, Allah! ¡Otórganos unas almas tranquilas y sosegadas, llenas de indulgencia, de perdón y paciencia! ¡Oh, Allah! ¡A Ti te pedimos el paraíso y aquellas palabras y acciones que nos acerquen a Ti! Nos refugiamos en Ti del fuego y del infierno y de aquellas palabras y acciones que nos llevan a él. ¡Oh, Allah! ¡Colma de bendiciones a nuestros padres, nuestras esposas, nuestros hijos! ¡Oh, Allah! ¡Guía a los nuestros a lo correcto y aléjales de lo indecente! ¡Oh, Allah! ¡Protégelos de la mala compañía! ¡Oh, Allah! ¡No concedas oportunidad alguna a aquellos que atentan contra el Islam! ¡Oh Allah! ¡Colma de bendiciones a nuestros hermanos que mueren injustamente por culpa de la opresión! ¡Oh, Allah! ¡Otórgales el mejor lugar en el jardín! ¡Oh, Allah! ¡Alivia el dolor de nuestros hermanos que viven guerras y desgracias! ¡Oh, Allah! ¡Ármales de paciencia! ¡Te pedimos, oh Allah, el triunfo que prometiste! ¡Te pedimos que llegue pronto!